Racismo y discriminacion en Bogota, Aeropuerto El Dorado

Como ciudadanas de la República de Turquía, las dos autoras de este escrito aterrizamos en el Aeropuerto El Dorado de Bogotá alrededor de las 15:00 hora local con el vuelo IST-BOG 9:45 (TK801) el jueves 1 de septiembre. Tan pronto como bajamos del avión, la policía de inmigración colombiana nos rodeó con un grupo de pasajeros delante de nosotros y nos llevaron a la sala de detención para interrogarnos. El grupo detenido estaba formado principalmente por personas con pasaportes de la República Turca.

Nuestros nombres son Dicle Ürünay y Ceyda Z., y hemos escrito este texto para los ciudadanos del mundo que, como nosotras, son maltratados, excluidos, despreciados y agraviados por provenir de un país considerado peligroso para la seguridad norteamericana.

Durante el interrogatorio, la policía colombiana nos tomó fotos muchas veces, haciéndonos demasiadas preguntas personales y familiares irrelevantes. Los agentes investigaron nuestras cuentas en las redes sociales, la galería de fotos de nuestros celulares, la lista de contactos telefónicos, los mensajes de WhatsApp y de otras apps de mensajería. Nos vimos obligadas a responder muchas preguntas estúpidas sin nada que ver con nuestra visita a Bogotá, nuestro interrogatorio duró más de tres horas. Muchas de las preguntas se centraban en nuestras opiniones políticas, también nos preguntaron los nombres de familiares fallecidos o de nuestros abuelos, las escuelas a las que asistimos desde la primaria la escuela, los clubes a los que asistimos, cuáles son nuestros pasatiempos, etc.

Para más inri y esperpento, le preguntaron a Dicle Ürünay si quería escapar ilegalmente a Estados Unidos. Cuando dijo que no tenía ninguna intención de pisar suelo estadounidense, le preguntaron por qué no le interesaba la idea. Otra pregunta que la policía le hizo a Dicle Ürünay fue si alguna vez usaría un arma. Cuando Dicle Ürünay dijo que está en contra de la violencia, se le preguntó si en una situación imaginaria usaría armas para proteger a los animales.

Los agentes también preguntaron efusivamente por los números de teléfono que comienzan con +1 y +52 en nuestra lista de contactos, y cuándo y dónde conocimos o nos relacionamos con los amigos que usan dichos números. El alcance y el contenido de las preguntas formuladas durante la investigación policial fueron ofensivas, manipuladoras e inquietantes, y algunas preguntas obviamente se hicieron solo para matar el tiempo, tal vez ya habían decidido deportarnos en el momento en que leyeron nuestra nacionalidad en el pasaporte.

Respetuosa y afectuosamente declaramos al público que interpondremos una denuncia a las autoridades competentes y que buscamos conseguir una indemnización por daños materiales e inmateriales considerando la fatiga y el agravio físico y psíquico/moral debido a este incidente. Más allá, nos gustaría presentar una denuncia directa contra el oficial de policía que realizó nuestro interrogatorio.

Fuimos a Colombia de vacaciones y nos enviaron de regreso a Estambul sin ningún motivo, como si supuestamente estuviéramos tratando de atacar Colombia o escapar a los EE. UU., a pesar de que teníamos boletos de regreso de Bogotá a Estambul y pagamos reservas de albergue en Colombia.

El grupo de viajeros detenidos lo formábamos 5 personas en total, 2 ciudadanos más de la República de Turquía y 1 ciudadano de la República de Chechenia. Al acabar los interrogatorios, de la sala de detención nos llevaron a la sala de espera para botarnos de vuelta a nuestros países de origen. Por el camino los policías nos acompañaron gritando descortésmente “¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos!”, como si fuéramos ganado.

Mientras nos llevaban a la sala de espera, los policías no dejaron de gritarnos y empujarnos. Ante esto, Dicle Ürünay exclamó a uno de los agentes “no puedes tocarme”, a lo cual el policía nos intimidó mostrándonos el dispositivo de descarga eléctrica que tenía en la mano. Nos dejaron frente a la Puerta 48A en el piso más bajo del Aeropuerto El Dorado de Bogotá. Como estábamos bajo un estrés intenso después de 13 horas y media de vuelo y 3 horas de interrogatorio, volvimos a transmitir nuestra solicitud de poder fumar un cigarrillo como un derecho personal. Entienda el lector que por comparar, el no permitir que un ciudadano turco no fume corresponde casi casi a que a un ciudadano argentino no se le permita tomar mate (aunque fumar es un mal hábito para la salud, es algo cultural para nosotras). No se nos permitió fumar y tuvimos una discusión verbal con los agentes de policía. Ninguno de los agentes que nos detuvieron hablaba inglés, por lo que tuvimos problemas de comunicación, nosotras no somos hispanohablantes. Nuestras preguntas quedaron sin respuesta ya que no había guardia de seguridad ni personal del aeropuerto que hablaran inglés, un hecho bastante sorprendente por sí solo. A petición nuestra por un interlocutor de habla inglesa, el personal de tierra de Turkish Airlines (TA) vino a visitarnos y nos dejó chales y almohadas. Cuando le dijimos al personal de tierra de TA que no sabíamos por qué estábamos retenidos aquí, y si tenían alguna información sobre el tema, nos dijeron que nuestros planes de visitar Ecuador crearon una situación complicada a la hora de interrogarnos. Cuando Ceyda Z., una ex empleada de TA, mostró las imágenes de su tarjeta de identificación de empleado, el jefe del equipo llamó a otro oficial superior, pero no hubo contestación.

Entrando en detalle, el propósito de nuestro viaje a Ecuador era visitar y hospedarnos en el albergue ecológico de nuestro amigo Ferhat G., propietario de este negocio, que vive y trabaja en Ecuador desde hace años. Nos dijeron que nuestra entrada a Colombia se presentaba arriesgada por nuestro plan de ir a Ecuador y “la posibilidad” de que “desertáramos” a los Estados Unidos. El lector debe saber que una de nosotras, Ceyda Z., ha viajado a muchas partes del mundo durante el tiempo trabajado para TA, y a pesar de tener una visa estadounidense válida por 10 años en el pasaporte, se la consideró igualmente una posible o supuesta “inmigrante ilegal” buscando acceso a los Estados Unidos. ¿Piensen un poco, con una visa norteamericana valida por una década, quien quiere entrar ilegalmente a EE. UU. vía Colombia? ¡Menuda estupidez!

No pudimos tomar nuestros medicamentos habituales durante dos días (Dicle Ürünay usa antidepresivos y medicamentos para la fibromialgia, y Ceyda Z. necesita gotas para los ojos) y nuestros productos de higiene personal se quedaron en nuestras maletas, retenidos por todo ese tiempo.

En condiciones donde nuestras necesidades humanas no fueron atendidas, el personal del aeropuerto no mostró ninguna iniciativa ni empatía al respecto, y no se nos permitió fumar ni un solo cigarrillo en este período de espera de duró 19 horas, y encima en el frío de la noche. Conocíamos las reglas del aeropuerto y que no se puede fumar adentro, pero debe haber zonas para ello y seguimos preguntando, cada vez se nos repetía que no había áreas para fumadores, y todo esto en un aeropuerto llamado “Internacional”.

El personal del aeropuerto nos trató con falta de respeto como si fuéramos delincuentes y ciudadanos de clase baja, sus actitudes eran poco amistosas y tal vez politizadas.

Tal vez aún no se han encontrado con la verdad y desconocen el concepto del karma; tal vez en un futuro desconocido, ellos mimos o sus hijos estarán en nuestra misma posición. Querrán ir a algún lugar para viajar, ir a trabajar, a aprender idiomas, a conocer nuevas culturas, a estudiar universidad, etc. pero no podrán ir, no serán bien recibidos, tal vez por su acento colombiano, tal vez por su tez morena, tal vez por ser del pueblo de al lado, y no de este, o estupideces similares. Nadie tiene derecho a tratar a otra persona de esta manera, nadie. En este caso no había ninguna razón para detener nuestro viaje por el continente sudamericano, solo la opinión racista y clasista del personal de seguridad.

Por todo lo expuesto, invitamos amablemente al Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Turquía, a la Embajada de Turquía en Bogotá, al Consulado Honorario de Colombia en Estambul, a la Embajada de Colombia en Ankara, a la Embajada de los Estados Unidos en Ankara, y a todos los pueblos del mundo, a solidarizarse para condenar este acto racista y la actitud discriminatoria que hemos sufrido.

Hay que reiterar que estas situaciones complejas se dan porque EE. UU. ha instruido a países sudamericanos (como Colombia, Ecuador, Panamá, México) que no permitan el ingreso al país de ciudadanos con pasaporte turco o del mediano oriente.

Mientras estuvimos detenidas en el Aeropuerto El Dorado de Bogotá sin ninguna explicación o razón, preguntamos el nombre del policía (quien hizo nuestro interrogatorio en la oficina de inmigración) al personal de seguridad para poder denunciar esta situación injusta a las autoridades. Declaramos nuestra intención de querer denunciar a esta persona por abuso de poder, pero por supuesto los agentes nunca nos dijeron el nombre de su compañero. ¿Quizá el lector sabe de quien estamos hablando y nos quiere echar un cable? En cualquier caso, solo exigimos la reparación del daño material y moral que hemos sufrido.

Sobre todo, esperamos que se nos devuelva nuestra dignidad como seres humanos. Y como muchos de los ciudadanos del mundo como nosotras, que somos lanzados en la cesta de la gente de segunda, empujados, excluidos y discriminados de todas las naciones, esta historia debe encontrar su lugar en la opinión pública, y esperemos así que se tomen las medidas necesarias para resolver este problema en nombre de todos nosotros. Solicitamos especialmente a las autoridades competentes en Colombia el tomar las acciones necesarias contra los responsables de este incidente.

Como jóvenes ciudadanas autodidactas y de mente abierta de la República de Turquía, viajeras, y que han trabajado en empresas corporativas y pueden expresarse claramente en inglés y en otras lenguas, lamentamos este tipo de trato al que se nos sometió y esperamos que la justicia se abra paso ante el maltrato sistemático de la policía aeroportuaria colombiana bajo el yugo norteamericano.

Atentamente,

Dicle Ürünay

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